Evangelio domingo 25 de octubre

Domingo 25 de octubre de 2020 | Juan Enrique Coeymans

25 de OCTUBRE del 2020

Evangelio según San Mateo, capítulo 22, 34 – 40

Domingo de la Trigésima Semana del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? El les dijo: «Amarás al Señor tu Dios como todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas.

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?

Pareciera que el Señor nos dice: esta escena que se relata en el Evangelio es quizás una de las más importantes y decisivas. Se relata la síntesis de qué es lo que espero de mis discípulos y de toda persona de buena voluntad: el amor a Dios y al prójimo. Al igual que en la escena del juicio final, solo serán juzgadas las personas por el amor. Es un examen muy concreto y son puros servicios y amor efectivo a los demás, porque el amor a mi se expresa en el amor al prójimo : Yo estoy en el otro.

A veces tiendo a pensar en el amor al prójimo como pura filantropía humana, es decir como preocuparme de los otros porque es bueno, es humano. Pero la verdad es que el amor al prójimo importa porque es amor a Dios que lo damos a través del amor al prójimo: lo amamos porque en el prójimo está el Señor Jesús. En definitiva, a quien amo en el prójimo es a Jesús que se identificó con el necesitado con el que sufre, con el que está triste y angustiado,

Señor Jesús, te pido la gracia de amarte siempre en los demás en especial en los que sufren. Dame un corazón misericordioso como el tuyo y el de María. Regálame el don de servir con una cara sonriente y no como una carga y peso sobre mis hombros, sino como una alegría poder servirte y acompañarte. Señor, te pido humildemente la gracias de amar y servir sin que nadie lo sepa, y que ni una de mis manos conozca lo que hace la otra, porque no deseo amar para lucirme, sino para devolver aunque sea un poco el amor que me tienes.

AMÉN

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