Evangelio miércoles 21 de octubre

Miércoles 21 de octubre de 2020 | Osvaldo Andrés Iturriaga

21 de OCTUBRE del 2020

Evangelio según San Lucas, capítulo 12, 39 – 48

Miércoles de la Vigésimo Novena Semana del Tiempo Ordinario

Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada". Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?". El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.

Meditación de Osvaldo Andrés Iturriaga Berríos

"Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?"

Siento como si el Señor me dijera "Sí, te estoy hablando a ti: mi llamado a la conversión es para ti, no para las otras personas. Si al escuchar mi palabra no te das por aludido, pensando que tu vida está perfecta y que el llamado a cambiar es para otros, ¡estás profundamente equivocado! No seas necio ni soberbio: si quieres contribuir a la conversión de tu prójimo, no te corresponde elevarte por sobre éste ni dar cátedras de buena conducta. Al contrario, debes hacerte más pequeño, abrirte a la conversión, y ser testimonio del amor de Dios a través de tus acciones.

Con qué facilidad caigo en la tentación de pensar que comprendo el Evangelio mejor que otros; que "qué bien le haría a tal o cual persona escuchar esta Palabra", olvidando que el Señor me habla a mí; que el llamado a la conversión y a ponerme a disposición del Padre es personal, permanente y hoy mismo. Qué fácil es, como dijo alguna vez el Papa Francisco, "apoltronarme" en mi fe, convirtiéndola en algo que no me remece ni me cuestiona, y -peor aún- relegándola a un sentido de cierta "tranquilidad espiritual", desde el cual me permito juzgar a otros.

Señor, gracias por remecerme una vez más y demostrarme lo débil y necesitado de Ti que soy. Enséñame a morir a mi orgullo y a todo aquello que me haga envanecerme, de manera de ser sencillamente un instrumento tuyo. Ayúdame a no poner obstáculos a tu acción ni a cada llamado que me hagas a la conversión, para poder llenarme cada vez más de tu Espíritu y me encuentre siempre "ocupado en este trabajo" de dar testimonio de tu Amor en medio del mundo.

AMÉN

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