Evangelio miércoles 5 de agosto

Miércoles 5 de agosto de 2020

5 de AGOSTO del 2020

Evangelio según San Mateo, capítulo 15, 21 - 28

Miércoles de la Décima Octava Semana del Tiempo Ordinario

Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos". Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel". Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!". Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros". Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!". Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.

Meditación de nuestro equipo.

"¡Qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!"

Siento como si el Señor me preguntara "¿Cómo es tu fe? ¿Es grande? ¿Crees realmente en mí? ¿Crees de verdad que el Padre, que tiene contados los cabellos de tu cabeza, te conoce y te ama profundamente? ¿Que Él tiene una historia de amor para ti? Si lograras creer esto, sabrías que todo lo que te ocurre, incluso eso que te llena de miedos y dudas, eso que no te gusta de ti mismo, está ahí para tu propio crecimiento y felicidad. Cuando tu fe sea grande, podrás experimentar la paz de sentirte amado y cobijado, y tus deseos serán los mismos que los del Padre".

Quisiera poder tener la fe de la mujer cananea, ese abandono confiado en la Providencia de Dios, pero constantemente caigo en racionalizaciones y cuestionamientos, que me hacen de alguna forma dudar, preguntarme dónde está Dios en el sufrimiento, en la injusticia, en la indiferencia, en los conflictos entre hermanos. Creo que el Señor me invita a "agachar el moño", a asumir que es muy poco lo que puedo entender desde mi entendimiento limitado. Y que en ese poco, simplemente estoy llamado a tener fe, a confiar, incluso en medio de situaciones incomprensibles para el criterio humano.

Querido Señor, tú me conoces como nadie. Sabes que soy débil, inconstante, que muchas veces me caigo o me dejo derrotar, incluso sin dar mayor pelea. Pongo en tus manos mi anhelo de tener una fe profunda, de poder vivir con una esperanza permanente en tu amor, sabiendo que Tú quieres nuestra felicidad, y asumiendo con humildad que hay muchas cosas que escapan a mi comprensión. Ayúdame a que, como la mujer cananea, no me canse de seguirte y de buscarte.

AMÉN

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