HOMILÍA DEL DIRECTOR NACIONAL DEL MOVIMIENTO
por la misa de Renovación de Alianza en el Santuario de Bellavista
Martes 18 de octubre de 2022
Querida Familia,
Hoy nos reunimos presencial y virtualmente para renovar nuestra Alianza de Amor en este día de Fundación, lo hacemos en un contexto especial:
El mundo experimenta, después de la pandemia, un tiempo de incertidumbre social y económica. La creación y el medio ambiente, la guerra en Ucrania, así como las múltiples tensiones y carencias, nos están recordando a diario que nuestro equilibrio es precario y nuestra vulnerabilidad es mayor que nuestros aciertos.
Nuestra Iglesia chilena ha realizado su III Asamblea Nacional, la que culminó con una gran esperanza. Después de un tiempo largo de desconfianza y desafección, de un doloroso camino de aprender a reconocer y reparar el daño causado por los abusos, vivenciamos la esperanza del reencuentro y la renovación, a partir de un diálogo sincero y transversal. Experimentamos vitalmente el espíritu sinodal al que nos invita e interpela el Papa Francisco.
Como Schoenstatt internacional, estamos recogiendo los frutos del Congreso Pentecostés. Una experiencia que nos permitió descubrir la profundidad y proyección de nuestra Alianza de Amor, a partir de la lectura de los signos de los tiempos: nuestra alianza tiene que llevarnos a una nueva forma de vinculación con nuestro entorno y con los demás, especialmente con la creación, y las periferias existenciales y sociales del mundo. Desafío que vivimos en medio del camino de reencuentro con nuestra historia y con nuestro padre y fundador.
Como Schoenstatt chileno seguimos profundizando la dimensión social de nuestra alianza, en medio del desafío del reencuentro y de la presencialidad, así como en el modo y en las formas como vamos compartiendo nuestro carisma y misión. Nuestra misión por los vínculos nos interpela a no permanecer pasivos ante los desafíos culturales, valóricos y sociales que vivimos.
Como país estamos recorriendo un proceso que nos ha llevado a conocer y reconocer nuestras fracturas, carencias e inconsistencias, pero también, la esperanza de sentirnos corresponsables por un proyecto país, que responda a los desafíos que tenemos, velando por la unidad y la dignidad de todos.
Sabemos que hoy no es un día cualquiera, desde hace tres años, nuestro hito fundacional se une a un hito país: estallido social, revuelta social, confrontación social. Las palabras y experiencias se mezclan: violencia, dignidad, incertidumbre, esperanza... esta ruptura social nos ha herido y nos ha revelado un tejido social herido. No fácil, porque la polarización y la violencia han querido ocupar un lugar protagónico, sin embargo, todos somos conscientes (o estamos llamados a reflexionarlo para entenderlo), que este día y el proceso que despertó o gatilló, nos han mostrado un rostro más real del país, aunque nos duela, moleste o atemorice.
La palabra dignidad ocupó un lugar protagónico y eso tiene mucho que decirnos en la forma como nos vemos y relacionamos, en las oportunidades y posibilidades que abrimos y nos damos, en la conexión o desconexión que tengamos con la realidad y las personas que nos rodean. Desafío no fácil, porque hay zonas oscuras, disruptivas y destructivas en este proceso: la violencia, los intereses de grupos organizados, también la indiferencia y la relativización de lo que pasa.
¿Cómo recorrer estos múltiples caminos que nos hablan de un tiempo de grandes desafíos y dificultades, de un tiempo de cambio que toca todas las esferas vinculares? Les invito a recorrerlo con María, como María y juntos.
1. Con María, porque los tiempos de cambio son posibilidades irrenunciables para que Cristo vuelva a nacer en medio de los acontecimientos. El evangelista Lucas que hemos escuchado y celebramos, dirige su Evangelio a un mundo no judío, a un mundo complejo y diverso en sus creencias y formas de vida.
Se dice que este evangelista tenía un vínculo especial con María, su fuente directa para describirnos relatos entrañables como la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Jesús y su infancia. Es decir, María no es meramente un canal humano necesario para que Jesús fuera concebido y naciera. María, en el plan de Dios es la Madre, pero también la colaboradora permanente para que la redención llegue al mundo, en todas las épocas y lugares. Por eso, tiempos de cambio, son tiempo que tenemos que recorrer con ella para que Cristo vuelva a nacer y vivir, inspirar y conducir los desafíos epocales.
Y es interesante, porque hoy hablamos del valor incuestionable de la madre tierra, del protagonismo irrenunciable de la mujer en la sociedad y del rostro femenino de Dios. ¿No son estos acentos una oportunidad para que Cristo vuelva a nacer en una concepción sana de la ecología, de la mujer y de Dios?
Si volvemos a descubrir el rostro y el ser de María, podremos encontrar herramientas para dialogar y aportar al tiempo presente y sus múltiples cuestionamientos.
El desafío es la forma cómo formulamos nuestra experiencia de Alianza, para poder dialogar con el tiempo presente. Sabemos que María da a luz a Cristo, pero ¿cuáles serán esos nuevos pañales, esos nuevos caminos? Tenemos un gran desafío, porque nuestra alianza se tiene que actualizar en el tiempo, con lenguajes y formas nuevas, que no anulan lo anterior, sino que lo renuevan y actualizan. Y siempre la novedad tiene un doble efecto: la ansiedad o el temor.
2. Como María, porque la Mater contiene y conlleva a una serie de actitudes que posibilitan el encuentro con Jesús. Actitudes que permiten que Jesús pueda nacer, crecer, conducir, vivir y redimir en medio de los acontecimientos del tiempo.
No se trata de un listado de virtudes, sino de actitudes, que el cultivo consciente de nuestro vínculo con María, van despertando y posibilitando. Son nuestra forma de relación con nuestro entorno y los demás, porque hay actitudes que ayudan y otras que no. Sin actitudes concretas, nuestra alianza es real, pero no efectiva.
El ABC lo tenemos en la estrofa del "aseméjanos a ti" del Cántico del Instrumento, que lo veo actualizado desde el Evangelio, en el mensaje que hoy recibimos de la Presidencia Nacional:
"Les invitamos a seguir los pasos de nuestra querida Mater, nuestra aliada: cultivando la escucha para descubrir la voz de Dios en este tiempo de cambio, como en la Anunciación; compartiendo la buena noticia de Jesús, como en la Visitación; sensibilizándonos con los pobres y marginados, como en el Magníficat; siendo puentes para resolver las dificultades, como en Caná; "estando ahí", junto a los dolores y clamores de este tiempo, como en el Gólgota; siendo portadores de Esperanza, como en la Pascua; creando comunidad para evangelizar, como en el Cenáculo y en Pentecostés".
3. Juntos: El envío del Evangelio, como el que nos hace Jesús hoy en este tiempo de múltiples desafíos, no es en solitario, porque la comunidad enriquece y favorece el envío.
Ir solos significaría dar un espacio grande a la inseguridad y al cansancio, a la arrogancia y la unilateralidad. Ir juntos significa complemento y corresponsabilidad, contención y colaboración.
En el alma del llamado, de la formación y del envío está la comunidad, así como en el retorno, para compartir y evaluar, renovar las fuerzas y volver a empezar.
Vivimos tiempos de cambios, pero desde la perspectiva de fe son tiempos de conversión y de renovación. Como hace 108 años volvemos a sellar con la Mater una Alianza de Amor en el Santuario, para que Cristo vuelva a nacer en medio de nuestras vidas, de nuestras familias, de nuestra Familia y Movimiento, de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, de la Humanidad y de la Creación. Así sea.
P. Juan Pablo Rovegno M.
Dirección Nacional
Schoenstatt - Chile

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