¿Cuánto mide ese árbol?

Schoensttat es como un árbol que crece firme porque sus raíces son profundas, y comenzaron a crecer hace mucho más de 100 años. ¿Cuáles son estas raíces? No dejes de leer la nueva columna de Rafael Mascayano.

Miércoles 15 de octubre de 2014 | Rafael Mascayano

Se cuenta que un día un ingeniero estaba recorriendo un campo cuando se encontró con un campesino que lo acompañó a conocer dicho lugar. En un momento determinado al ver un gran árbol, el ingeniero queriendo hacer gala de su conocimiento le preguntó al campesino ¿cuánto medirá ese árbol? El campesino observó el árbol con calma y le contestó: unos 20 metros. El ingeniero con una sonrisa le dijo: ¡Señor! Ese árbol, por mis cálculos no mide más de 15 metros. Lo que pasa, le respondió el campesino con mucha calma, es que usted no ha calculado sus raíces.

Sí, este 18 de octubre celebraremos 100 años de Alianza, 100 años en que decimos que Schoenstatt nace públicamente, pero sus raíces son muy profundas y es lo que hace que este hermoso árbol siga creciendo con tanta firmeza. Cuenta con toda la vida y experiencia de los pallotinos, cuenta con todas las personas a las cuales el Padre Kentenich recurrió para ir elaborando un pensamiento de síntesis eclesial, cuenta con la presencia actualizadora de Cristo, la Virgen, unidos al Padre Dios y a la constante presencia del Espíritu Santo.

No podemos dejar de lado las raíces, la profundidad con que vivieron este nacimiento José Engling y los primeros congregantes, la vida de tantas personas que se han entregado por entero e incluso han ofrecido su vida por Schoenstatt y que alimenta en forma generosa lo que somos hoy día y seremos en el mañana. Hermanas de María, Sacerdotes, Señoras de Schoenstatt, Hermanos de María, matrimonios, y tantas personas que son las raíces, los nutrientes que este gran árbol siga creciendo y dando muchos frutos. La profundidad de la Alianza, no se mide solamente por lo que aparece sino también por la profundidad con que se vive.

Ese primer arbusto que comenzó a crecer allá en Schoenstatt dio frutos y de esos frutos salieron semillas que fueron sembradas en muchos lugares del mundo, con lo cual hay un árbol fundamental que se nutre y enriquece con tantos retoños en diferentes países. Unos a otros se nutren mutuamente y ayudan a que se crezca tanto en altura como en profundidad. Y es por eso que nosotros también tenemos la posibilidad de nutrirnos por la entrega de tantos schoenstattianos que en estos 100 años han sido parte de la tierra fecunda que nos hace proyectarnos hacia los tiempos venideros.

Un árbol necesita raíces profundas para crecer sano y vigoroso, y es por ello que creo (y espero) que la canonización del Padre Kentenich llegará solo cuando sus hijos seamos realmente testimonios de vida. Muchas veces hemos escuchado al P. Rafael que nos decía insistentemente: más que cartas en el diario, tenemos que nosotros ser cartas de presentación de Schoenstatt. Él, como muchos otros schoenstattianos, han puesto la mano en el arado y sin mirar atrás se han puesto a dar lo mejor de sí por hacer vida este legado de nuestro Padre Fundador. Hay mucho por construir, mucho por realizar, pero siendo fieles una y mil veces a nuestras raíces, creciendo en altura y profundidad.

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