Evangelio domingo 28 de abril

Domingo 28 de abril de 2024 | Juan Francisco Bravo

28 de abril de 2024

Evangelio según San Juan 15, 1-8

Domingo de la quinta semana de Pascua

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria
"Yo soy la vid, vosotros los sarmientos"

Jesús pareciera decirnos: "Ustedes creen que estas son cosas sin mayor trascendencia. Sin embargo, tienen una importancia grande para entender cómo es la relación de ustedes conmigo. Para que ustedes den fruto tienen que estar unidos a Mí. Por ustedes mismos no pueden producir nada. La parra no da fruto directamente. Es cosa de mirarlas en los campos. Y todo lo he supeditado a que, unidos a Mí, den fruto abundante. El misterio increíble es que Yo dependa de ustedes, es decir de los sarmientos, para ser fecundo en el Reino de los Cielos. A ustedes les hago el encargo de sean adultos además de responsables.
Cuando abrí los ojos a través de la plática de este trozo en un domingo, me cambió la manera de entender la hermosa relación en que la fecundidad de Dios depende de que nosotros los sarmientos nos responsabilicemos para hacerla operativa. La íntima unión de los frutos con la vid para recibir la gracia. Sin unidad con Él no hay fecundidad. Con esta parábola, se nos regala una gran vida y entrega a Él que no merezco. Y también se nos da la alegría de sabernos instrumentos fecundos en el reino. Esta meditación campesina nos eleva a una fe madura, responsable y adulta, pero tomada de la mano del Señor todo el tiempo.
Señor Jesús, la parábola que nos regalaste es cristalina y transparente, uno no tiene que agregar nada porque todo es evidente. Pero hay algo que uno no debe olvidar, que es la gratitud por la confianza que has puesto en nosotros, los miembros de tu cuerpo. La respuesta es "gracias, muchas e infinitas gracias por confiar en cada miembro de tu Cuerpo". Te pido la gracia de no olvidar en la vida cotidiana que soy instrumento en la construcción de tu Reino. Haz que yo, miserable pecador redimido por tu sangre, pueda entregar mis manos unidas a la vid, para permitir que a través nuestro se derrame la gracia redentora. Señor, bendito y alabado seas ahora y por los siglos de los siglos.

AMÉN

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