Mes de María

  Oración inicial Oh! María, durante el bello mes que te está consagrado todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono ...

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Oración inicial Oh! María, durante el bello mes que te está consagrado todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.Para honrarte hemos esparcido frescas flores a tus pies y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡Oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies es la de sus virtudes.Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡oh virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin mancha, y en separar de nuestros pensamientos deseos y miradas, aún la sombra misma del mal.La rosa cuyo brillo agrada a tus ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos pues, los unos a los otros como hijos de una misma familia cuya madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.En este mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.¡Oh María!, has producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes. Que ellas broten, florezcan y den al fin fruto de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres.Amén   Meditación   El Espíritu Santo en la Visitación   «Cuando Dios revela hay que prestarle la obediencia de la fe» (Rom 16, 26; cf. Rom 1, 5; 2 Cor 10, 5-6), por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, como enseña el Concilio.29 Esta descripción de la fe encontró una realización perfecta en María. El momento « decisivo » fue la anunciación, y las mismas palabras de Isabel «Feliz la que ha creído » se refieren en primer lugar a este instante.30   En efecto, en la Anunciación María se ha abandonado en Dios completamente, manifestando «la obediencia de la fe» a aquel que le hablaba a través de su mensajero y prestando «el homenaje del entendimiento y de la voluntad».31 Ha respondido, por tanto, con todo su « yo » humano, femenino, y en esta respuesta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con « la gracia de Dios que previene y socorre » y una disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo, que, « perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones ».32   La palabra del Dios viviente, anunciada a María por el ángel, se refería a ella misma « vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo » (Lc 1, 31). Acogiendo este anuncio, María se convertiría en la « Madre del Señor » y en ella se realizaría el misterio divino de la Encarnación: « El Padre de las misericordias quiso que precediera a la encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada ».33 Y María da este consentimiento, después de haber escuchado todas las palabras del mensajero. Dice: « He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra » (Lc 1, 38). Este fiat de María —« hágase en mí »— ha decidido, desde el punto de vista humano, la realización del misterio divino. Se da una plena consonancia con las palabras del Hijo que, según la Carta a los Hebreos, al venir al mundo dice al Padre: « Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo ... He aquí que vengo ... a hacer, oh Dios, tu voluntad » (Hb 10, 5-7). El misterio de la Encarnación se ha realizado en el momento en el cual María ha pronunciado su fiat: « hágase en mí según tu palabra », haciendo posible, en cuanto concernía a ella según el designio divino, el cumplimiento del deseo de su Hijo. María ha pronunciado este fiat por medio de la fe. Por medio de la fe se confió a Dios sin reservas y « se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo ».34 Y este Hijo —como enseñan los Padres— lo ha concebido en la mente antes que en el seno: precisamente por medio de la fe.35 Justamente, por ello, Isabel alaba a María: « ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas por parte del Señor! ». Estas palabras ya se han realizado. María de Nazaret se presenta en el umbral de la casa de Isabel y Zacarías como Madre del Hijo de Dios. Es el descubrimiento gozoso de Isabel: «¿de donde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí?».      Oración Final ¡Oh María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena madre! Nosotros venimos a ofrecerte con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de agradecerte y solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.Guíanos para encontrarnos con tu Divino Hijo que, en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga surgir también la luz de la fe sobre todos aquellos que no conocen la Paternal Providencia Dios, y que así podamos caminar como hermanos, todos juntos, sin ataduras ni divisiones que entristecen tu corazón de madre.Que tu maternal acogimiento atraiga muchos corazones a la Iglesia, y que en fin, cada uno de nosotros sea testimonio vivo en el mundo de la auténtica Caridad Cristiana que tu Hijo nos enseñó.Que tu presencia nos llene de alegría, en medio de los desafíos de esta vida, y que encienda nuestros anhelos para ser tus instrumentos eficaces en nuestros hogares, nuestros trabajos y en toda la sociedad.Amén.