Mes de María
Oración inicial Oh! María, durante el bello mes que te está consagrado todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gra...
Clarisa RiosecoOración inicial Oh! María, durante el bello mes que te está consagrado todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.Para honrarte hemos esparcido frescas flores a tus pies y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡Oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies es la de sus virtudes.Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡oh virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin mancha, y en separar de nuestros pensamientos deseos y miradas, aún la sombra misma del mal.La rosa cuyo brillo agrada a tus ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos pues, los unos a los otros como hijos de una misma familia cuya madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.En este mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.¡Oh María!, has producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes. Que ellas broten, florezcan y den al fin fruto de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres.Amén. Meditación Clarisa Rioseco MARIA, SALUD DE LOS ENFERMOS El hombre está llamado esencialmente a la alegría y a la vida feliz. Aun así, experimenta diariamente muchas formas de dolor, y la enfermedad es la expresión más frecuente y más común del sufrimiento humano.Todos los cristianos acudimos a María como Madre nuestra, pues Jesús en la cruz nos la dio por Madre. Cuando más necesitamos invocar a María, es en los momentos de dolor. Porque Ella sabe otorgar algo tan grande como la fortaleza, la paciencia, la entrega y el amor en la enfermedad. Entre todos los que acuden a María, los enfermos van a Ella de un modo muy especial. Lo vemos en los santuarios marianos como Lourdes y Fátima, donde hay muchos testimonios de esta confianza de los enfermos. Es muy natural que el enfermo acuda al ser más bueno que existe, como es la madre.Jesús, carga con todos nuestros dolores, y María es testigo de lo que es el sufrir de los hombres cuando ve a Jesús en la Cruz, desde la cual recibe el encargo de cuidar de nosotros como Madre. Cuidará después de todos sus hijos, pero serán sus preferidos, ciertamente, aquellos a los que ve unidos en un mismo sufrimiento con su hijo Jesús crucificado.Por otra parte, en el Evangelio vemos cómo María, al enterarse del estado de su prima Isabel, corre para asistirla y servirla con un corazón lleno de amor. ¿Y cómo no va a hacer la Virgen lo mismo con los enfermos?El que padece dolor, sobre todo al mirar a María al pie de la Cruz, aprende a ofrecer con generosidad su propio sacrificio con el de Jesús, igual que lo hizo María, para la salvación del mundo. Cuando María ve estas disposiciones en el enfermo, se pone al lado del que sufre y el que la ha invocado. La actitud de María con los enfermos sigue igual, hoy como entonces y como siempre.No sabemos si el que la invoca se curará o no se curará de su dolencia física, porque aquí entra la voluntad de Dios. Pero lo que siempre hará la Virgen, es traer consuelo, paz, resignación y esperanza al que sufre. ¿Y no es éste el mayor de los milagros? ¿No es ésta la mayor de las gracias?Invoquemos entonces a María, como Salud de los enfermos. Oración Final ¡Oh María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena madre! Nosotros venimos a ofrecerte con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de agradecerte y solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.Dígnate presentarnos a tu Divino Hijo que, en vista de sus méritos y a nombre su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud, que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará en su corazón y el tuyo.Que confunda a los enemigos de tu Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de tu ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir. Amén.