Mes de María

Oración inicial Oh! María, durante el bello mes que te está consagrado todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gra...

Padre Hugo Tagle

Oración inicial Oh! María, durante el bello mes que te está consagrado todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.Para honrarte hemos esparcido frescas flores a tus pies y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡Oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies es la de sus virtudes.Sí, los lirios que tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡oh virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin mancha, y en separar de nuestros pensamientos deseos y miradas, aún la sombra misma del mal.La rosa cuyo brillo agrada a tus ojos es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos pues, los unos a los otros como hijos de una misma familia cuya madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.En este mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.¡Oh María!, has producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes. Que ellas broten, florezcan y den al fin fruto de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres.Amén. Meditación Padre Hugo Tagle María, Madre de la fe Al término del año de la fe, la imagen de la Santísima Virgen se nos presenta como modelo ejemplar de quien se entrega por entero a la voluntad del Señor. Bueno es meditar este aspecto central de María en este, su mes. El Papa Francisco le dedicó una homilía en el mes de mayo, que nos sirve de inspiración.Entre los aspectos que subraya el Papa sobre María es que ella "da carne humana a Jesús". Dice el Concilio: «Por su fe y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, ciertamente sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (Const. dogm. Lumen Gentium, 63). Quizá nos resulte obvio, pero la consecuencia antropológica de esta verdad nos lleva a algo central en la relación entre María y los hombres: María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la carne, cuando ha dicho "sí" al anuncio que Dios le ha dirigido a través del ángel ¿Qué quiere decir esto? Que Dios no ha querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad; ha querido pasar a través del libre consentimiento de María, a través de su "sí".Este acontecimiento único en la historia se repite en cada hombre en el plano espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica. Es "como si Dios adquiriera carne en nosotros" señala el Papa. Él viene a habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y cumplen su Palabra. No es fácil entender esto, pero, sí, es fácil sentirlo en el corazón.Nos pregunta en Santo Padre en ese mismo sentido: "¿Pensamos que la encarnación de Jesús es sólo algo del pasado, que no nos concierne personalmente?" La pregunta no es menor, ya que creer en Jesús significa ofrecerle nuestra carne, con la humildad y el valor de María, para que él pueda seguir habitando en medio de los hombres; significa ofrecerle nuestras manos para acariciar a los pequeños y a los pobres; nuestros pies para salir al encuentro de los hermanos; nuestros brazos para sostener a quien es débil y para trabajar en la viña del Señor; nuestra mente para pensar y hacer proyectos a la luz del Evangelio; y, sobre todo, nuestro corazón para amar y tomar decisiones según la voluntad de Dios.Todo esto acontece gracias a la acción del Espíritu Santo. Y, así, somos los instrumentos de Dios para que Jesús actúe en el mundo a través de nosotros.María es camino de encuentro hoy con el Señor. El Concilio Vaticano II afirma que María «avanzó en la peregrinación de la fe» (ibíd., 58). Por eso ella nos precede en esta peregrinación, nos acompaña, nos sostiene.María es imagen de Jesús. Su vida fue una imitación de su hijo y es lo que se espera de cada cristiano. Señala el Papa Francisco: "Cuando miramos a María, vemos al Señor. Por eso, el camino de la fe pasa a través de la cruz, y María lo entendió desde el principio. Pero después, esta cruz se hizo más pesada, cuando Jesús fue rechazado: María siempre estaba con Jesús, seguía a Jesús mezclada con el pueblo, sabía de su odiosidad hacia Jesús". La fe de María afrontó entonces la incomprensión y el desprecio. Cuando llegó la «hora» de Jesús, esto es, la hora de la pasión, la fe de María fue entonces la lamparilla encendida en la noche, esa lamparilla en plena noche. María veló durante la noche del sábado santo. Su llama, pequeña pero clara, estuvo encendida hasta el alba de la Resurrección; y cuando le llegó la noticia de que el sepulcro estaba vacío, su corazón quedó henchido de la alegría de la fe, la fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo.Porque la fe siempre nos lleva a la alegría. María no se desesperanzó. Al contrario, mantuvo siempre la confianza cierta en la resurrección de Jesús.Este es el punto culminante –esta alegría, este encuentro entre Jesús y su madre. De ahí que lo propio de María y de toda la Iglesia sea mantener la fe encendida, como María, también en los momentos difíciles, los momentos de oscuridad. Padre Hugo TagleCapellán UCTw: @hugotagle   Oración Final ¡Oh María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena madre! Nosotros venimos a ofrecerte con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de agradecerte y solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio. Dígnate presentarnos a tu Divino Hijo que, en vista de sus méritos y a nombre su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud, que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará en su corazón y el tuyo. Que confunda a los enemigos de tu Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de tu ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir. Amén.