Papa verde

La encíclica del Papa Francisco es un llamado urgente a cambiar nuestro estilo de vida, a acabar con las inequidades, a cuidar el único hogar que tenemos.

Miércoles 30 de septiembre de 2015 | P. Hugo Tagle

Un canto a la creación y un desafío a la conciencia tanto personal como colectiva es la encíclica del Papa Francisco sobre ecología y medio ambiente. Quizá podamos habitar en unos siglos más algún planeta lejano pero, en el intertanto, hay que hacerse la idea de reconciliarse con este frágil punto en el universo llamado planeta tierra. Y esto, antes de que sea demasiado tarde.

El título de la carta, Laudato Si, está tomado del canto a la creación de San Francisco, un elogio a ese santo y hombre universal que fue "ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad", como dice el mismo Papa. La carta urge a hacer cambios en nuestra forma de vida para evitar un colapso de nuestro cansado medioambiente, generado en buena parte por nuestra irresponsabilidad en los últimos decenios.

El Papa comienza con una reflexión clave: "¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra?" Sin responder a estas preguntas de fondo -dice el Pontífice – "no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan obtener resultados importantes". En efecto ¿Se ha preguntado para qué vive? A partir de su respuesta, se puede hablar de lo inmediatamente necesario: el cuidado del entorno en el cual se desarrolla esta vida, la única posible.

El Papa llama a generar un cambio de costumbres que evite la destrucción del ecosistema: a tomar conciencia del "calentamiento global" y a buscar los medios para revertirlo con urgencia; llama la atención sobre el exceso de consumismo; una "cultura del derroche" que solo denigra al hombre y en la que unos pocos pareciera que viven para gastar. Invita a ser austeros y a llevar una vida más sencilla, tomando conciencia que los bienes son pocos y deben ser compartidos por toda la familia humana. Lo que uno gasta, lo dejó de consumir otro. La interconexión entre países y personas debe llevar a repensar el ejercicio del poder. "Un mundo frágil interpela nuestra inteligencia para reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder", dice el Papa.

La desigualdad, la pobreza y las malas condiciones de vida de millones de personas son una lacra que nos cuestiona, sobre todo a los cristianos: "Deberían exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta".

Hay tiempo para revertir este camino de autodestrucción. Tenemos los medios técnicos y la ciencia para hacerlo. Cada pequeño gesto de cuidado de la naturaleza suma. No se quede fuera.

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