QUERIDO PADRE KENTENICH- Una carta de María Zaragoza
La primera vez que vi tu cuadro en la entrada de la casa de Valldoreix, me pareció exagerada, y con esa barba blanca y tan puesto, la verdad, un poco lejano. Recuerdo que pensé: que difícil debe ser conectar con este fundador, la Mater y el santuario esta bien pero, ¿ese señor?.
Miércoles 4 de marzo de 2020 | María ZaragozaQuerido Padre kentenich:
Es difícil para mí dar un testimonio de lo que representas en mi vida sin dar el testimonio de lo que es para mí Schoenstatt. Si tuviera que decirte el momento en que empezaste a conquistarme, no sabría decir. La primera vez que vi tu cuadro en la entrada de la casa de Valldoreix, me pareció exagerada, y con esa barba blanca y tan puesto, la verdad, un poco lejano. Recuerdo que pensé: que difícil debe ser conectar con este fundador, la Mater y el santuario esta bien pero, ¿ese señor?.
Pero Schoenstatt me empezó a enamorar, la Mater, el santuario, la pedagogía, todo me iluminaba y sorprendía, sigue enamorándome cada día- ¿El punto clave que me cautivó? La claridad en que me descubriste la paternidad de Dios, leyendo "niños ante Dios", y el enseñarme como vivir la verdadera infancia espiritual. Una paternidad, hecha carne y real en los hijos de la familia. Es muy a través de ellos que te descubrí a ti, en una paternidad que me ha ayudado a que crezca en mí, el saberme hija predilecta de Dios y no solo en la teoría o imaginariamente, sino como realidad vivida. En estos tres años que hace que conozco Schoenstatt, me he sentido querida por Dios como nunca me había sentido querida, muy especial, muy original y muy feliz. Ha mejorado mi relación con Dios, conmigo misma, en mi matrimonio, como madre y en todos los ámbitos de mi vida. Eso es un don, un regalo ¿Podría haberlo descubierto en otro lugar y de otro modo? es verdad, pero he tenido la suerte de que la Mater pudiera regalármelo contigo en el santuario y desde entonces, allí esta mi corazón.
Mi primer contacto sincero contigo, fue en tu tumba, dos días después de mi alianza en el santuario original. Estaba nerviosa porque me cuesta hablar en público pero tenia que hacer mi petición en alto, era así más sincera, no se porque, pero lo sentí así, y empecé a pedir, y al hacerlo, poco a poco nos quedamos solo tú y yo, y estando llena la sala no había nadie más. Fue un momento breve pero intenso, una experiencia de tabor. Recuerdo que te pedí por mi santuario corazón, que no has dejado nunca de cuidar, recuerdo que te pedí por la soledad y orfandad espiritual de muchos, anhelando quizás una paternidad como la que después descubrí. Y no recuerdo mucho más, solo que me sentí confortada y emocionada, había abandonado lo poco que sabia y entendía de schoenstatt en tus manos, sin saber los regalos que ese día preparasteis con la Mater para mí. Ahora lo pienso, y os veo a los dos sonriendo ese día, sabiendo lo feliz que me siento en ese gesto que fue nada.
¿Que está cambiando mi vida? El descubrir tu entrega. Quizás porque viendo tu realidad y aunque a otra escala, tu vida fue y es, mi vida. Como sentiste tu soledad, tu ausencia de vínculos, tu percepción de que algo había en tu realidad espiritual que no entendías. Solo que Ella había estado siempre allí, a solas en tu camino., igual que he sentido yo en mi vida. ¿Que paso? que pediste a la Mater que se estableciera en el santuario ese 18 de octubre del 1914, en una insinuación del Espíritu de la que no dudaste, y en la que te apoyaste por el resto de tu vida. Una insinuación que, por sencilla, ha llegado a ser muy grande. Gracias por esa fe tuya en ese momento, A menudo me recuerda el Sí de María en el momento de la anunciación, y pienso que fuiste muy valiente en creer, fue un salto mortal muy grande. Me apoyo en ti cuando mi fe en la oración flaquea. ¿Que haría el padre Kentenich? ¿le hago caso a esa insinuación del Espíritu, o simplemente es la emoción de el momento? Y te recuerdo a ti y a la Virgen, porque la mayoría de veces no son emociones personales, sino insinuaciones divinas, sueños que el señor pone en nosotros, y a los que somos ingratos y muy, pero que muy tontos, si no aceptamos. Y esto lo he aprendido de Ti, muchas, muchas gracias.
Desde entonces de tu mano salto, y si me estrello, pues bendito chichón, sirva a la Mater para acrecentar mi fe. Y ha habido chichones, porque no decirlo, chichones para crecer en humildad, para destapar heridas escondidas, para anhelar misericordia, ... La mayoría de veces ese salto me ha dado alegría y paz, y me he tirado de tu mano a atreverme a creer, a atreverme a ser yo misma, a atreverme a equivocarme, a atreverme a darme a conocer y a abandonarme, a atreverme a soñar en la santidad, a atreverme en tantas cosas que no recogería un simple testimonio por largo que pueda ser. Pero lo más importante es que nos hemos tirado juntos, y aquí estamos, más o menos, simplemente seguimos en camino, porque cada día hay saltos mortales para dar, y cada día puedo ser y soy feliz.
Dentro de pocos días sellaré mi alianza contigo y quiero hacerlo poniendo como parte mi propia niñez, porque no imagino otra alianza que la de la paternidad que me regalas. Recuerdo que estando en Dachau dijiste. "Yo entrego con gusto, de todo corazón al Dios amado, la perdida de mi libertad. Estoy dispuesto a soportarla en todas las formas posibles, hasta el fin de mi vida, si con ello pudiera comprar para ustedes y para toda la familia hasta el fin de los tiempos, subsistencia, fecundidad y santidad" Tu entrega compro mi corazón.Y me uno a ti en ese anhelo, y estoy dispuesta a entregar mi libertad, mi vida, mi voluntad, mis ganas, mi yo, mi...... Si con ello se transmite en las generaciones venideras subsistencia, fecundidad y santidad, apoyada en mi alianza y de tu mano.
Sigue siempre conmigo, trátame como la hija que quiero ser, y prepárame para mi encuentro con el Padre, haciendo que el espíritu de Schoenstatt se encarne en mí.
Con Cariño y de todo corazón
Tu hija Maria
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