Una colonia del cielo

Para que Schoenstatt pueda afirmar que es una respuesta a la problemática social que vivimos, tenemos que estudiar y conocer muy bien las causas que la producen. El padre fundador las descubrió, y como profeta nos dejó una clara Misión.

Viernes 30 de septiembre de 2016 | Eduardo Arnouil Olavarría

Me parece que para que Schoenstatt pueda afirmar que es una respuesta a la problemática social que nosotros vivimos en Chile (y que otros viven en sus respectivos países) tenemos que estudiar y conocer muy bien las causas que la producen.

La problemática es un resultado.

A partir de octubre de 1912, el P. José Kentenich se fue aproximando cada vez más a las causas de una problemática compleja que experimenta Europa y también el mundo. Y él se siente llamado por Dios. Primero, para denunciar como profeta, la causa que produce un hombre desarraigado y desvinculado. Y en las jornadas pedagógicas (1929/1931) revela que ese hombre es el producto del sistema económico (capitalista o socialista marxista). Durante las jornadas comparte con los asistentes el resultado de su indagación y análisis.

Y llega entonces a la conclusión.

Segundo, también se siente, como profeta, llamado a anunciar. Ya en junio de 1930 el padre fundador contrapone, por primera vez, el hombre vinculado al hombre desvinculado como producto de la industrialización.

En 1946, del 14 al 20 de octubre, después de la II guerra mundial y de Dachau, el padre fundador se refiere al lugar que tiene María en el plan de salvación y - por vía de la coronación – lo relaciona al rescate del orden social cristiano de Occidente, lo que constituye el segundo fin de Schoenstatt.

El mensaje del Reino de Dios y del reinado de Dios es central en el anuncio de Jesús. El Reino ha comenzado en la historia con Jesucristo y es futuro absoluto. Es inmanente y trascendente a la vez. Entre el Reino de Dios terrenal y el escatológico está el “ya aquí pero no todavía”. El Reino tiene su comienzo y raíz en el más acá. El P. Kentenich visualiza el “ya aquí pero no todavía” como una colonia del cielo.

Esta es la morada de Dios con los hombres; él habitará en medio de ellos; ellos serán su pueblo y él será Dios-con-ellos; él enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni lamento, ni llanto ni pena, pues todo lo anterior ha pasado. Ap 21:3-4

Juan describe este Reino como la carpa de Dios entre los hombres y carpa de los hombres en y con Dios, como comunidad íntima de amor y de vida entre Dios y el hombre y entre los seres humanos entre sí.

El Reino es comunidad profunda e íntima con la Santísima Trinidad, es la raíz de la vida divina intra-trinitaria aquí en la tierra, es una colonia del cielo, es un Reino de verdad, justicia y amor.

Nosotros tenemos nuestra patria en el cielo, y de allí esperamos al Salvador que tanto anhelamos, Cristo Jesús, el Señor. Fil 3,20

Durante esa semana de octubre de 1946, él nos habla del Reino de Dios, del reino Schoenstatt como una forma concreta original del cristianismo y de su contribución a la renovación del orden social. Y en un excurso sobre el reino de Schoenstatt nos habla de sus características: universalismo, organismo, solidarismo, radicalismo, idealismo (VI. Plática, 17 de octubre)  

Y nos habla del organismo de vinculaciones en extenso.

En el triduum de 1949: bendición del santuario Cenáculo, el 20 de mayo; plática del 31 de mayo; y coronación de la Mater, Pentecostés, 5 de junio, tenemos la culminación del tercer hito de la historia de Schoenstatt.

Misión 31 de mayo: asumimos la misión de la Mater en el plan de salvación: el hombre nuevo en la comunidad nueva, como respuesta al colectivismo, producto del sistema económico: el hombre desarraigado y desvinculado.

El hombre totalmente vinculado alude a la personalidad perfecta que vive a partir de su propio centro y que configura todas las relaciones, especialmente las personales, según el querer de Dios. Es el hombre (y la mujer) totalmente arraigado en el organismo de vinculaciones naturales y sobrenaturales. La misión 31 de mayo: el anuncio profético como respuesta a la denuncia profética de lo que hay que cambiar.

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